viernes, 21 de febrero de 2014

ABUELITA CUÉNTAME UN CUENTO

María Cristina Toledano Vergara

Cierto día Hugo Iván, Luís Eduardo y Andrés Ricardo, llegaron a donde yo estaba. Me encontraba en un rincón de mi jardín, contemplando extasiada el infinito azul del cielo, los árboles verdes y frondosos, los limoneros, las petunias, orquídeas y tulipanes, toda una gama de colores dignos de ser plasmados en el lienzo por un pintor, estaba observando la belleza de la naturaleza, dando gracias a Dios, por esa obra maravillosa de su creación; cuando los niños interrumpieron con sus gritos y sonrisas, esos momentos sublimes de meditación.
-        Abuelita, abuelita, te andamos buscando.
-       Aquí estoy hijitos para que me quieren?
-       Abuelita, queremos escuchar algunos relatos, cuéntanos un cuento o una historia, de las tantas que tú conoces.
-       Está bien, está bien, pero quiero que estén muy atentos.
-     Si abuelita, queremos sentarnos muy cerca de ti para escucharte  mejor.
Voy a narrarles la historia de mi infancia allá en mi pueblo, así como mi abuelita lo hacía conmigo cuando era niña, ella con todo su amor me acariciaba, me abrazaba y me sentaba sobre sus piernas para que yo escuchara los relatos tan amenos que me contaba; me hablaba del movimiento revolucionario de 1910, ella conoció al general Emiliano Zapata, nos decía que mi abuelo le obsequió ganado que era utilizado para el alimento de la tropa, ella tenía unos documentos que el general le había dado en donde indicaba el número de cabezas de ganado que había recibido y otros datos más. También nos relataba algunas leyendas sobre “el Xoco”, “La Llorona”, “Agustín Lorenzo” y los “Nahuales”, pláticas que a mis hermanos y a mí, nos llenaban de emoción y de suspenso. Esto me hace recordar con más amor y respeto a la abuelita.
Por tal motivo yo quiero hacer lo mismo con ustedes, quiero narrarles algo que considero importante de estos últimos años del viejo milenio, cosas que sino se las comento no podrán imaginarlas, porque ustedes viven y vivirán una etapa en la historia de la vida muy distinta a la mía, vivirán un nuevo milenio en el que la tecnología está avanzando a pasos agigantados, habrá grandes descubrimientos tecnológicos y científicos que vendrán a revolucionar la vida en general.
Yo viví una infancia llena de pobreza, de privaciones, sin embargo recuerdo haber sido muy feliz allá en mi tierra natal Tepalcingo, Morelos, pueblo aldeano, campesino, donde la pobreza imperaba, pueblo escondido entre los montes que lo rodean, de gente humilde, de gran corazón, pueblo lleno de esperanza e ilusiones al que siempre llevo dentro de mi ser.
Allá por los años finales de los cuarenta y los cincuenta asistí a la escuela primaria, ésta funcionaba en el curato de la iglesia; recuerdo con agradecimiento a mis maestros, verdaderos apóstoles de la educación, a los profesores: Sofía Toledano Vega, Amalia Pliego, Celestino Arizpe, Francisco Oliván y Gonzalo González, a quienes le debo y agradezco sus enseñanzas impartidas con energía, disciplina y mucho amor.
Por esa época Tepalcingo, era un pueblo pequeño, la mayoría de sus casas eran de zacate y sus límites estaban marcados algunos con alambres de púas, otros con tecorrales (montículos, de piedra sobrepuesta), mi casa era pequeña, estaba construida de adobe y su techo de teja, vivíamos muy cerca de la casa de mi abuelita materna la señora Cipriana Alamilla Ariza, a la que queríamos mucho.
Tepalcingo como la mayoría de los pueblos, carecía de todos lo servicios públicos; de luz eléctrica, por tal motivo nos teníamos que alumbrar con velas, veladoras o quinqués de petróleo, las dos o tres familias adineradas del pueblo se alumbraban con lámparas de gasolina.
Podemos decir que vivíamos en tinieblas, sino se prendían las velas, los quinqués o los candiles, era una oscuridad total, de manera que cuando salíamos a la calle de noche, no se vía absolutamente nada, solo nos alumbraba la luz de la luna cuando había. Así es hijitos, quiero que se vayan imaginando lo que les estoy narrando. En las calles andaban sueltos los perros, los burros, y los marranos, de manera que en la oscuridad de la noche muchas veces me caí sobre los marranos, o me topé contra los burros porque no se veían.
No contábamos con servicio de correo, telégrafo, mucho menos teléfono.
Se carecía de estufa de gas, pues éstas, no se conocían, solamente las usaban en la ciudad, por lo tanto se cocinaba con leña o carbón y lo hacíamos en los braceros o en los clecuiles que se construían con barro.
¿Lavadoras? Ni me las imaginaba, mis tías se iban a la barranca donde acondicionaban piedras y ahí lavaban la ropa, así como se ve en las viejas películas rancheras. Yo era pequeña, 8 o 10 años me gustaba bañarme y andar jugando en el agua, generalmente íbamos a las barrancas de “Los Tepetates” o a “La Barranca Honda”, tiempo después adaptaron lavaderos en las casas.
La mayoría de las mujeres de la población acudían a los barrancas a lavar su ropa. En esa época fluía mucha agua limpia y cristalina.
¿Planchas? Solamente se usaban de fierro, como se carecía de luz eléctrica, se usaban de ese material, había varios modelos y se calentaban sobre brazas de carbón o leña y de esta manera se planchaba la ropa.
Agua potable no había, se acudía a los nacimientos de agua del pueblo para abastecerse, era agua dulce y fresca, mi abuelo iba al pocito de “los Guayabos”, era el que nos quedaba más cerca de nuestro domicilio. En un caballo cargaba dos cántaros llenos de agua, muy sabrosa. Había varios pozos distribuidos en diferentes partes del pueblo,  actualmente éstos se han secado o se han contaminado con aguas negras. Afortunadamente el pueblo cuenta ahora con agua potable. En algunas casas hay pozos pero su agua no sirve para tomar, porque está un poco salada.
Las calles del pueblo no estaban pavimentadas, por lo que andábamos en la tierra suelta y cuando llovía, en el lodo. A mi en ese tiempo me gustaba andar descalza, a veces porque no tenía zapatos y otras porque para mí era un placer andar así.
Como todo niño era muy traviesa, en el atrio de la iglesia de Jesús Nazareno, había un frondoso tamarindo al que criminalmente cortaron; muchos niños nos trepábamos para cortar los tamarindos que este árbol producía, el sacristán que cuidaba la iglesia, el señor Martín, se enojaba mucho cuando nos veía subidos en ese hermoso árbol de gran follaje, a base de lanzarnos piedras nos bajaba y nos correteaba hasta que salíamos del atrio. Nosotros no nos dejábamos y le gritábamos groserías. También nos íbamos a las barrancas a bañar, asistíamos a la barranca de “Los Guayabos” y la de “Tlachica”, corrían aguas cristalinas, en ellas llegamos observar pequeños animalillos a los que les llamábamos perros de agua (nutrias). Actualmente esas barrancas están secas o corre muy poco agua y contaminada.
Los aparatos de radio y televisión empezaron a usarse a partir de 1961 que fue cuando se introdujo la luz. También por esa fecha Tepalcingo contó con servicio de correo y telégrafo.
Recuerdo algunos programas que veíamos muy interesantes, entre ellos las caricaturas, que siempre han sido atractivas para niños y adultos, eran interesantes, amenas diferentes a las de ahora horribles y agresivas, que no proporcionan nada educativo a la niñez.
En cuanto a medicina en el pueblo no había médicos, sólo curanderas y matronas (parteras), éstas últimas atendían a las mujeres, ayudándoles a parir a sus hijos. Las personas que podían pagar a un médico, acudían a la ciudad de Cuautla. Recuerdo que cuando tenía 9 años, mi hermana y yo nos enfermamos de tifoidea, mi madre acudió con la tía Chepita, “la médica” del pueblo y nos recetó unas purgas horribles preparadas con aceite de ricino mezclado con refresco rojo, era una bomba atómica que nos produjo diarrea y vómito, pero increíble nos aliviamos y creo que a todo mundo le recetaba lo mismo. Desde entonces no tomo ningún refresco rojo, pues aunque han pasado cincuenta años, no he olvidado esas maravillosas purgas.
Lo interesante de Tepalcingo, en los años cuarenta y cincuenta, era su flora y fauna; en las barrancas se veían muchas tortugas pequeñas y medianas asoleándose sobre las rocas, en algunas ocasiones llegaron a salirse encontrándolas en la calle. Igualmente en los tecorrales y techos de las casas, se observaban gran cantidad de iguanas que todos los días salían a asolearse para gozar del esplendoroso sol. En tiempos de lluvias los campos y calles del pueblo, se embellecían con la hermosura policromada de mariposas, que alegremente volaban jugueteando. Las calles también eran iluminadas por las luces fluorescentes de las pequeñas luciérnagas, que por cientos se veían revolotear.
En los campos era común ver a los conejos y liebres saltar alegremente entre los matorrales, los armadillos eran otros de los animalitos que  encontrábamos en las veredas.
Los campesinos y los rancheros que se adentraban en sus campos de labranzas, cerca de las serranías solían ver con frecuencia, coyotes, zorras, cacomixtles, téjones, mapaches, comadrejas, zorrillos, león de montaña, tigrillos, gato montés, venado y jabalí, así como variedad de víboras y culebras. También aves como, güilotas que eran cazada por algunas personas que comerciaban con ellas, pues guisadas en chile ajo, es un platillo exquisito. Se veían  parvadas de pájaros arroceros de un color azul bellísimos, también cardenales, pájaros de plumaje rojo, que llamaban la atención por su belleza, chachalacas, zopilotes que se veían en grupos devorando algún animal muerto y muchas aves más que se han extinguido desapareciendo totalmente. Con respecto a la flora muchas plantas han desaparecido, éstas se veían en las orillas del pueblo; recuerdo unas bellas “biznagas”, “barbas de chivo”, “agritas”, “cacachis” y muchas plantas más, grandes y pequeñas que no se han vuelto a ver debido al crecimiento de la población y a la deforestación, esto no solo ha sucedido en Tepalcingo sino en todo México y a nivel mundial, pensar y ver todo esto, hace que la tristeza me invada, porque todos sabemos que la naturaleza es fundamental para la vida.  “El hombre ha sido el causante despiadado de la desaparición de especies animales y plantas sin considerar que plantas y animales se constituyen en los recursos naturales que nos permiten vivir en armonía.
Hijos, en la conciencia del hombre queda pues, el decidir si a todas estas especies las empezamos a proteger, cuidar, reproducir u optamos por eliminarlos por siempre. Porque de todas formas quienes somos adultos ya gozamos de su existencia pero ¿Cuál será la herencia que dejaremos a ustedes nuestros hijos?, ¿Tendrán ustedes la oportunidad de conocer estos recursos naturales?” 
Así es, Huguito, Luisito y Andresito con esto que les he narrado podrán analizar dos épocas distintas la mía y la de ustedes.

2 comentarios:

  1. Hermosa lectura, me gustaria saber de que año es el libro y donde lo puedo encontrar?

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  2. Hermosa lectura, me gustaria saber de que año es el libro y donde lo puedo encontrar?

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