Víctor Isidoro Romero Sanabria.
La tarde se nos echaba
encima, poco a poco el sol se ocultaba en el horizonte; fieles a nuestra
costumbre, después de la merienda, nos aprestábamos para la sobremesa; cada uno
tomó un asiento para, bajo la sombra protectora del Palo Prieto, situarnos
alrededor del canapé de mi padre, al que habíamos colocado unas almohadas para
que pudiese descansar plácidamente, además de acercarle un banquito donde
subiese los pies para su mayor comodidad. El sofocante calor de la tarde
lentamente iba desapareciendo para dar lugar a un frescor agradable que
invitaba a la reflexión, al recuerdo y a la comunicación.
Alguien pidió a mi padre que nos relatara sus
vivencias arrancadas a la vida y al tiempo. Él, que disfrutaba de su jubilación
después de toda una vida en el Servicio Postal Mexicano como administrador de
correos, entrecerró los ojos como para hacer volver los recuerdos de pasados
días guardados celosamente en el baúl de la memoria. Involuntariamente dejó
escapar un profundo suspiro, tras breve reflexión brotaron, primero lentamente,
como titubeando, sus primeras palabras, para luego volverse un torrente de
pensamientos, dichos con su voz cascada por el tiempo.
Surge
el recuerdo del caballo de acero, del diario viaje a la porfiriana estación del
ferrocarril, a sólo dos kilómetros de la población, bajo un sol abrasador que
hace reverberar al polvoriento camino y que hace transpirar mientras se echa al
hombro la abultada y pesada valija cargada con multitud de historias
personales. El paso del tiempo es inexorable, aunque pareciera que aquí a nadie
le importara; el horario del servicio al público: de 9 a 13 y de 15 a 17 horas, pero no, el
horario es fijado por las posibilidades individuales; porque don Isidoro es una
amable persona y entiende nuestros problemas…y la correspondencia de las
poblaciones vecinas… bueno. El domingo es día de plaza (tianguis), primero, las
compras para la familia, lo necesario para la semana y ya por la tarde…a
recoger la valija, al fin don Isidoro comprende nuestras necesidades.
Ahora entiendo el por qué sin ser agricultores,
llegaban en abundancia a nuestra mesa, casi de manera mágica: elotes,
calabazas, jitomates, cacahuates, etc. Recientemente cosechados del pródigo
suelo axochiapeño – pagar es corresponder- y las lluvias del verano nos traían
el delicioso jocoque (crema agria), el queso fresco o un buen trozo del añejo
recientemente sacado del cincho; así como en el mes de enero nos sorprendían con un buen trozo de carne de
venado traído de la sierra de Puebla – pagar es corresponder –
Otro profundo suspiro arrancado al recuerdo del
deber cumplido, jóvenes deportistas, en grupo, llegaban a consulta hasta la
oficina de correos, lo mismo que preocupados campesinos y pequeños o grandes
ganaderos; unos a consultar los catálogos recientemente llegados de la Piedad Michoacán ,
para solicitar los zapatos de fútbol de moda, además de los balones para los
entrenamientos o para los partidos de compromiso.
Otros
en cambio, recurrían a los catálogos que puntualmente llegaban de los famosos
laboratorios Bayer mediante los cuales se ofrecían plaguicidas, medicamento y
todo lo necesario para el campo o el ganado, todo por correo CoD, ¡Cuán útil ha
sido al campo el Servicio Postal Mexicano!
Mi
padre guardó silencio como buscando acomodar los recuerdos que a borbotones le
brotaban del fondo del subconsciente; una apacible sonrisa apareció iluminando
su avejentado rostro. Parecía que fue ayer, pero no, hacía muchos años que tuvo estas experiencias. En una comunidad
donde abundaba el analfabetismo, era indispensable la existencia de un
respetable evangelista en quien confiar
los ardientes llamados del corazón; así, llegaba el aguerrido doncel que
moría de pasión para solicitar la factura
de la misiva para la dama que le había hecho perder la calma y el sueño.
Pero lo gracioso de la cuestión era que el escribano, por las características
de su trabajo debía de enviar el mensaje de amor, para luego tener que leérsela
a la Dulcinea
y terminar, para quedar bien con ella, por elaborar la respuesta
correspondiente a su entusiasta Romeo – curiosa labor de un administrador de
correos convertido en cupido, mensajero, evangelista y consejero.
Cómo han pasado los
años; el pueblo… ¡cómo ha crecido¡, se está quedando en desuso la comunicación
epistolar, ahora es más fácil acercarse los enamorados, el teléfono ahorra
tiempo y esfuerzo, es más, resulta más práctico el uso del e-mail…¡qué viva la
tecnología¡
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