sábado, 8 de marzo de 2014

REMINISCENCIA POSTAL

Víctor Isidoro Romero Sanabria.

La tarde se nos echaba encima, poco a poco el sol se ocultaba en el horizonte; fieles a nuestra costumbre, después de la merienda, nos aprestábamos para la sobremesa; cada uno tomó un asiento para, bajo la sombra protectora del Palo Prieto, situarnos alrededor del canapé de mi padre, al que habíamos colocado unas almohadas para que pudiese descansar plácidamente, además de acercarle un banquito donde subiese los pies para su mayor comodidad. El sofocante calor de la tarde lentamente iba desapareciendo para dar lugar a un frescor agradable que invitaba a la reflexión, al recuerdo y a la comunicación.
Alguien pidió a mi padre que nos relatara sus vivencias arrancadas a la vida y al tiempo. Él, que disfrutaba de su jubilación después de toda una vida en el Servicio Postal Mexicano como administrador de correos, entrecerró los ojos como para hacer volver los recuerdos de pasados días guardados celosamente en el baúl de la memoria. Involuntariamente dejó escapar un profundo suspiro, tras breve reflexión brotaron, primero lentamente, como titubeando, sus primeras palabras, para luego volverse un torrente de pensamientos, dichos con su voz cascada por el tiempo.
Surge el recuerdo del caballo de acero, del diario viaje a la porfiriana estación del ferrocarril, a sólo dos kilómetros de la población, bajo un sol abrasador que hace reverberar al polvoriento camino y que hace transpirar mientras se echa al hombro la abultada y pesada valija cargada con multitud de historias personales. El paso del tiempo es inexorable, aunque pareciera que aquí a nadie le importara; el horario del servicio al público: de 9 a 13 y de 15 a 17 horas, pero no, el horario es fijado por las posibilidades individuales; porque don Isidoro es una amable persona y entiende nuestros problemas…y la correspondencia de las poblaciones vecinas… bueno. El domingo es día de plaza (tianguis), primero, las compras para la familia, lo necesario para la semana y ya por la tarde…a recoger la valija, al fin don Isidoro comprende nuestras necesidades.
Ahora entiendo el por qué sin ser agricultores, llegaban en abundancia a nuestra mesa, casi de manera mágica: elotes, calabazas, jitomates, cacahuates, etc. Recientemente cosechados del pródigo suelo axochiapeño – pagar es corresponder- y las lluvias del verano nos traían el delicioso jocoque (crema agria), el queso fresco o un buen trozo del añejo recientemente sacado del cincho; así como en el mes de enero  nos sorprendían con un buen trozo de carne de venado traído de la sierra de Puebla – pagar es corresponder –
Otro profundo suspiro arrancado al recuerdo del deber cumplido, jóvenes deportistas, en grupo, llegaban a consulta hasta la oficina de correos, lo mismo que preocupados campesinos y pequeños o grandes ganaderos; unos a consultar los catálogos recientemente llegados de la Piedad Michoacán, para solicitar los zapatos de fútbol de moda, además de los balones para los entrenamientos o para los partidos de compromiso.
Otros en cambio, recurrían a los catálogos que puntualmente llegaban de los famosos laboratorios Bayer mediante los cuales se ofrecían plaguicidas, medicamento y todo lo necesario para el campo o el ganado, todo por correo CoD, ¡Cuán útil ha sido al campo el Servicio Postal Mexicano!
Mi padre guardó silencio como buscando acomodar los recuerdos que a borbotones le brotaban del fondo del subconsciente; una apacible sonrisa apareció iluminando su avejentado rostro. Parecía que fue ayer, pero no, hacía muchos años  que tuvo estas experiencias. En una comunidad donde abundaba el analfabetismo, era indispensable la existencia de un respetable evangelista en quien confiar  los ardientes llamados del corazón; así, llegaba el aguerrido doncel que moría de pasión para solicitar la factura  de la misiva para la dama que le había hecho perder la calma y el sueño. Pero lo gracioso de la cuestión era que el escribano, por las características de su trabajo debía de enviar el mensaje de amor, para luego tener que leérsela a la Dulcinea y terminar, para quedar bien con ella, por elaborar la respuesta correspondiente a su entusiasta Romeo – curiosa labor de un administrador de correos convertido en cupido, mensajero, evangelista y consejero.
Cómo han pasado los años; el pueblo… ¡cómo ha crecido¡, se está quedando en desuso la comunicación epistolar, ahora es más fácil acercarse los enamorados, el teléfono ahorra tiempo y esfuerzo, es más, resulta más práctico el uso del e-mail…¡qué viva la tecnología¡

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