martes, 2 de septiembre de 2014

LOS HACHONES, UNA TRADICIÓN PERDIDA

Por Alberto Simón Jiménez Mendoza. 

Nadie sabe cuándo nació, pero si sabemos que con la introducción de la energía eléctrica a la cabecera municipal de Jiutepec, desapareció la tradición de festejar las fiestas patrias con hachones de lazo y brea, la noche del 15 de septiembre era una fiesta de fuego que se perdió en el inexorable tamiz del tiempo.

A lo alto el fuego,
hachones en mano;
rodeando el pueblo,
unos a pie, otros cabalgando
¡Viva la independencia!
todos gritaron,
entre ellos la Reina de las fiestas patrias,
cabalgando,
junto con el cabildo,
de ese tiempo pasado.

Por las calles del pueblo…
todos marcharon
con hachones en mano,
la oscuridad ahuyentando;
como a la esclavitud,
Don Miguel Hidalgo.

Así se recordaba en Jiutepec,
en los años cuarenta;
la tradición de hachones,
de lazo y brea,
por la calle Matamoros;
Zaragoza y Zapata,
marcha la tropa
de aguerridos jiutepequenses,
hachón en mano,
con fuego en lo alto;
el pueblo celebró otro mes patrio.

Los hachones, una artesanía propia de Jiutepec para celebrar las fiestas patrias los elaboraba con dedicación y esmero Don Camilo Samano (Q.E.P.D.), vecino de la calle mirador.

viernes, 30 de mayo de 2014

Crónicas visuales de Morelos - Cuautla

Palacio Municipal

Museo Histórico de Cuautla (Casa de Morelos)

Llamamiento oficial para entregar las armas tras el asesinato del General Emiliano Zapata. Año 1919.

Museo Histórico de Cuautla (Casa de Morelos)

Museo Histórico de Cuautla (Casa de Morelos)

Parroquia Santiago Apóstol - Plaza Morelos


Fotografía:  Verónica Díaz - Jorge Arturo Hernández


miércoles, 26 de marzo de 2014

LOS AMATES DE ITZAMATITLAN Y EL AMATL EN EL ESTADO DE MORELOS

Foto: Jorge Arturo Hernández G.
Marcelino Sánchez Cardoso

Ningún árbol de los muchos que forman el hermoso paisaje morelense ha tenido una importancia histórica y cultural tan grande como los amates: los testimonios manuscritos llamados códices y tonalamatls que nos heredaron las culturas de América, como anales de su riqueza cultural, se hicieron sobre pliegos de la corteza de este gigante. Compitió en importancia con los vegetales de otros pueblos, como el papiro, que crece aún en el delta del caudaloso río Nilo, o los vegetales de los bosques latifolios de la nación China que sustituyeron a la seda costosa y delicada en el año 105 de la era cristiana.

Sólo que para los habitantes de lo que hoy es el estado de Morelos, el árbol pasó de ser un simple vegetal que sirvió para hacer su original escritura pictográfica, y se convirtió en icono representativo, deidad y estandarte durante la evolución, quedando plasmado, como vegetal o como papel -amatl- en múltiples referencias que los historiadores han recogido para perpetuarlas a través del tiempo y el espacio.

La referencia más antigua que se conoce sobre el papel, y que tiene que ver con la misma creación del hombre y de la cosmovisión del mundo americano, proviene del franciscano Jerónimo de Mendieta, en su obra escrita a finales del siglo XVI Historia Eclesiástica Indiana. Escribe acerca de los primeros hombres que poblaron la tierra e hicieron el calendario en una cueva cerca de Cuernavaca; místico o mundano el tamoanchan de esta región apunta al nacimiento de la agricultura y el fin de la vida nómada del hombre americano y con ello el nacimiento del calendario, hecho por una pareja mítica.

Para perpetuar este conocimiento se valieron de papel, es obvio decir que de amate, papel que indica un proceso de elaboración tan antiguo como la misma creación del calendario, es decir, esta técnica apareció en la floreciente cultura nahoa, en lo que hoy es el estado de Morelos.

Y dando relación los viejos indios del principio y fundamento que tuvo este calendario (...) dicen que como sus dioses vieron haber ya hombre criado en el mundo y no tener un libro por donde se rigiese, estando en tierra de Cuernavaca en cierta cueva dos personajes, marido y mujer, del numero de los dioses, llamados por nombre el Oxomoco y ella Cipactonal, consultaron ambos á dos sobre esto. Y pareció á la vieja tomar un consejo con su nieto Quetzalcóatl, que era el ídolo de Cholula (...) dándole parte de su propósito (...) de manera que altercaron los tres sobre quien pondría la primera letra ó signo de tal calendario. Y en fin, teniendo respeto a la vieja, acordaron de dar la mano en lo dicho. La cual andando buscando que pondría a principio de dicho calendario: y consintiendo en ello, pintárosla  y pusieron ce Cipatli (...) el marido de la vieja puso dos cañas, y el nieto tres casa y de esta manera fueron poniendo hasta trece signos cada plana, en reverencia de los autores dichos y de otros dioses que en medio de cada plana tenían, los indios pintados y muy asentados en este libro, que contenía trece planas y en cada plana trece signos, los cuales servían también para contar los días, semana, meses y año; porque ya que los dichos signos no llegaban al numero cumplido de los trescientos y sesenta y cinco días que tenían como nosotros, tornaban del principio hasta donde se cumpliesen; porque sus meses eran diez y ocho, a veinte días cada mes, hacían trescientos y sesenta días. Y a los cinco que quedaban tenían por aciago ó de agüeros por ser fuera del numero cumplido y llamánlos nemotemi.

Los anales de Cholula nos informan que entre los toltecas era ya usual el papel en su vida cotidiana. Según Nicolás León, a los libros les llamaban amoxtli (amatli) y los Zapotecas quijchitja-coloca. Pero fueron de las tribus nahuatlacas los únicos códices que sobrevivieron a los iconoclastas, frailes españoles; de ellos se conocieron libros que llamaban tonalamatl, que Pietro de Martire estudió concienzudamente.

El papel tenía para las civilizaciones prehispánicas de América, como para los chinos, su aspecto mágico y sagrado. Izcoatl, con la conquista del pueblo Tlahuica, facilitó a los tenochcas la entrada a la civilización y a la cultura.                 

Fue la región del estado de Morelos la auténtica y primitiva fábrica de papel de México: la tecnología aplicada superó en mucho a la de otras áreas geográficas; se producían papeles en distintas presentaciones -en rollo y extendido- para diferentes usos -para hacer libros, para vestuario y como ornamento-. Pero cuando los alcanzó el largo brazo de la conquista azteca, en manos de la triple alianza, forzados, tlahuicas y tlalnahuacas, golpearon las mazas sobre las cortezas de sus árboles en agobiantes jornadas, pues después de este suceso militar se escribió:

 Veinticuatro mil resmas de papel debían llevarse anualmente como tributo a los almacenes del soberano de Tenochtitlán.

Desde siempre, las guerras y conquistas empujan avances tecnológicos y ésta no fue la excepción: los pueblos sometidos a quien exigía el uey tlatoani de la gran Tenochtitlán papel, rediseñaron su proceso de producción y lo mejoraron, aplicaron nuevas herramientas, computaron sus fuentes de materia prima y buscaron alternativas, capacitaron más obreros para cumplir con tan desquiciada demanda y de aquí nació la geografía del papel en lo hoy es el estado de Morelos.    

En todo lo ancho y lo largo del territorio se extendió la producción, desde Cuahnahuác hasta Amacoztitlán; de Amecamecán limítrofe al estado hasta Amayucán; los Amacostíc, Itzamátl e Iztacamátl caían en eras de la memoria escrita que ya estaba en el portal de su destrucción.

Yauhtepéc y Oaxtepéc no estuvieron salvos; todo lo contrario, formaron el círculo mas importante productor de amatl junto con Cuahnahuác, Tepuztlán con Amatlán, y Xiuhtepéc con Amatitlán. Pueblos más alejados lo tributaban también, como Molotlán, Yacapixtlán, Amayucán y Amacoxtitlán.

Si ponemos énfasis en la forma que se recogía el tributo de un pueblo de Yautepéc, Itzamatitlán, podremos ver a un grupo muy grande de tamemes con  ayates a cuestas donde llevan varios rollos de papel atados con una cuerda. El recaudador elige un cargador y empujando el resto de los rollos saca uno, desata la cuerda que lo amarra y lo despliega en toda su longitud, que es de cuatro a cinco metros. Lo examina cuidadosamente para ver si no presenta ninguna imperfección y, después, satisfecho, sigue caminando para repetir el mismo gesto más adelante, dejando a los demás el trabajo de volver a colocar el rollo de papel en la espalda del cargador.

El recaudador se hace acompañar de un escriba oficial, quien, de vez en cuando, se agacha para apuntar la entrega del tributo. Primero pinta un rollo de papel amarrado con una cuerda, enseguida le dibuja en la parte superior un Iztli -un negro cuchillo de obsidiana- (esto indica que el amatl está hecho de Itzamatl: el árbol de papel cuyas hojas tienen forma de cuchillo de Iztli), y con ello indica el pueblo tributario Itzamatitlán. Luego pinta el tributo (un rollo de papel amarrado con una cuerda), enseguida dibuja una bolsa atada al rollo que ya había dibujado. El resultado: ocho mil resmas de papel tributa Itzamatitlán.

No todo el amatl que se fabricaba en la región se elaboraba en rollo; el pueblo sureño de Amacoztitlán producía un excelente papel amarillo en hojas doblado a manera de biombo, lo que indica una técnica diferente en el proceso. Los pueblos de Yecapixtla y Amecaméca fabricaban papel para la confección de vestidos y como ornamento; el de Amayucán era muy preciado y se utilizaba en la ceremonia que se conoce como Atlacahualo –el agua es dejada- en la cueva pintada de Achichipico. Estos petroglifos presentan una figura de Quetzalcopátl, y a su derecha un dibujo que representa un vestido de papel de color amarillo amatlequimitl.

El papel que se producía en Itzamatitlán, en Amatlán y en Amatitlán fue la fuente mas importante de la erudición precolombina. En el examen hecho por Pietro de Martire de los Tonalamatl encontró "glóbulos de goma", como si hubieran pegado varias láminas de corteza batida para dar mayor peso. Este aglutinante se obtenía de una orquídea llamada Amatzauhtli -goma de papiro- que crece aún abundantemente en la región de Tepoztlán y en el Tescal.

 El humanista italiano Pietro de Martire escribió de sus observaciones:

Ya he dicho que estas gentes poseían libros, trajeronlos en cantidad junto con los demás regalos , los procuradores y enviados de Culuacán, la sustancia en que los indígenas escriben son hojas de una delgada corteza interior del árbol que se produce debajo de la superior a la que llaman filtra según creo.
No encuadernan los libros por hojas, sino que los extienden a lo largo, formando tiras de muchos codos, redúcelas a porciones cuadradas, no sueltas sino unidas entre sí por un betún resistente y tan flexible que, cubiertas con tablillas de madera, parecen haber salido de un hábil encuadernador, por donde quiera que el libro se abra, aparecen dos caras escritas...

Lamentablemente nunca conoceremos lo que se escribió sobre las cortezas de los amates morelenses mojados de sudor. De los miles y miles de cartas, tonalamatl, genealogías, historias y herbarios jeroglíficos sólo sobreviven ahora catorce, el equivalente a lo que Itzamatitlán producía en un día y medio.

A la llegada del primer obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, en el año de 1529, comenzó el asalto espiritual al pueblo conquistado con la destrucción de su erudición. Los agentes de Zumárraga recogieron sus libros de jeroglíficos de todas partes, especialmente de la “biblioteca real” de Texcoco. Según Prescot (1947), “la capital más cultivada de Anahuac y el gran depósito de los archivos nacionales” y fueron llevados a la plaza de Tlatelolco; allí formaron con ellos una montaña, y en un momento dado, por todos lados se acercaron frailes que aplicaron sus antorchas a este cúmulo de erudición americana. Cuando las llamas consumieron y el negro humo cubrió el cielo de Tenochtitlán, Zumárraga pudo ocupar su puesto de los iconoclastas al lado del Califa Omar, que destruyó la mayor parte de la biblioteca de Alejandría. Bien podría Fray Juan de Zumarraga, parafrasear al califa: “si los tonalamatl concuerdan con la Biblia, entonces son inútiles y superfluos; si no concuerdan, entonces son perniciosos”.

   Años más tarde, en 1561, Fray Diego de Landa, al igual que Zumárraga, estaba en el antiguo pueblo de Maní, la sede de la dinastía Totol-Xiu, presenciando la conflagración que consumía la piedra angular de la civilización Maya. De su gesto iconoclasta, Diego de Landa escribió:

     Entre los mayas encontramos un gran número de libros, escritos con sus caracteres, y en vista que no contenían más que supersticiones y falsedades acerca del demonio los quemamos todos, lo que sintieron los indios profundamente y ante lo cual mostraron mucha pena.

miércoles, 12 de marzo de 2014

IV JORNADA DE CRONICA MUNICIPAL MORELENSE (Abril 2014)



El Consejo de Cronistas del Estado de Morelos, A.C., y el H. Ayuntamiento Municipal Constitucional de Yautepec, Morelos, considerando que el registro, difusión y preservación de la memoria histórica, gráfica, visual, oral y escrita constituyen un vehículo de construcción y fortalecimiento de la identidad colectiva
C O N V O C A N
A todos los cronistas, historiadores, escritores, trovadores, poetas, fotógrafos y pintores de la memoria local, regional o estatal, a participar en la celebración del
CXLV ANIVERSARIO DE LA ERECCIÓN DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE MORELOS
Con la
IV JORNADA DE CRÓNICA MUNICIPAL MORELENSE
1.- La IV JORNADA DE CRÓNICA MUNICIPAL MORELENSE tendrá lugar el día 19 de abril de 2014, en el Auditorio Municipal de Yautepec, Zaragoza, 17, colonia Centro.
2.- Los participantes sólo podrán participar con trabajos bajo el concepto:
LA ERECCIÓN DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE MORELOS Y/O EL MUNICIPIO DE YAUTEPEC DE ZARAGOZA
3.- Los ponentes sólo podrán participar con un tema, que deberá ser inédito, en forma de crónica, monografía, ensayo, narración, relato, poema o álbum.
4.- Los trabajos deberán ser entregados, por escrito a máquina o computadora, que en este último caso deberán estar capturados en un disco en formato Word, con una extensión máxima de ocho cuartillas tamaño carta, a doble espacio, en original. En la primera hoja (aparte de las ocho máximas requeridas) cada uno de los trabajos deberá contener los datos del autor: nombre, lugar y fecha de nacimiento, domicilio, teléfono, ocupación y una breve descripción curricular.
5.- Las mesas de trabajo se integrarán de acuerdo con el número de trabajos registrados a partir de la publicación de esta convocatoria y hasta las 9 horas del 19 abril de 2014.Todos los participantes recibirán un reconocimiento de huésped distinguido, otorgado por el H. Ayuntamiento Constitucional de Yautepec de Zaragoza y uno de participación o asistencia.
6.- Los participantes cederán todos los derechos de autor del trabajo presentado al Consejo de Cronistas del Estado de Morelos, A.C, para ser publicados bajo el crédito correspondiente en las publicaciones propias de la institución.
7.- La inscripción y la entrega de trabajos podrán realizarse con el C. Cronista Marcelino Sánchez Cardoso, Presidente del Consejo de Cronistas del Estado de Morelos, A.C.  (777) 244-2383; en la Dirección de Cultura del H. Ayuntamiento de Yautepec, en Av. Solidaridad s/n col. Centro, Tel. (735) 394-2915; con la C. Olivia Abundes G., Tel. 01(777) 314-3583 y/o con la C. Hortensia Alcántara en Papelería Centro, Yautepec de Zaragoza, Tel. 01(735) 394-2063.


A T E N T A M E N T E

Mantener viva la memoria histórica, próxima y remota, es no sólo salvar de la muerte a nuestros antepasados, sino también a nosotros mismos, en la fusión del ser y su quehacer.
Consejo de Cronistas del Estado de Morelos, A.C.

“Por la Preservación de Nuestra Herencia Cultural”
Dirección de Cultura, H. Ayuntamiento de Yautepec de Zaragoza

sábado, 8 de marzo de 2014

REMINISCENCIA POSTAL

Víctor Isidoro Romero Sanabria.

La tarde se nos echaba encima, poco a poco el sol se ocultaba en el horizonte; fieles a nuestra costumbre, después de la merienda, nos aprestábamos para la sobremesa; cada uno tomó un asiento para, bajo la sombra protectora del Palo Prieto, situarnos alrededor del canapé de mi padre, al que habíamos colocado unas almohadas para que pudiese descansar plácidamente, además de acercarle un banquito donde subiese los pies para su mayor comodidad. El sofocante calor de la tarde lentamente iba desapareciendo para dar lugar a un frescor agradable que invitaba a la reflexión, al recuerdo y a la comunicación.
Alguien pidió a mi padre que nos relatara sus vivencias arrancadas a la vida y al tiempo. Él, que disfrutaba de su jubilación después de toda una vida en el Servicio Postal Mexicano como administrador de correos, entrecerró los ojos como para hacer volver los recuerdos de pasados días guardados celosamente en el baúl de la memoria. Involuntariamente dejó escapar un profundo suspiro, tras breve reflexión brotaron, primero lentamente, como titubeando, sus primeras palabras, para luego volverse un torrente de pensamientos, dichos con su voz cascada por el tiempo.
Surge el recuerdo del caballo de acero, del diario viaje a la porfiriana estación del ferrocarril, a sólo dos kilómetros de la población, bajo un sol abrasador que hace reverberar al polvoriento camino y que hace transpirar mientras se echa al hombro la abultada y pesada valija cargada con multitud de historias personales. El paso del tiempo es inexorable, aunque pareciera que aquí a nadie le importara; el horario del servicio al público: de 9 a 13 y de 15 a 17 horas, pero no, el horario es fijado por las posibilidades individuales; porque don Isidoro es una amable persona y entiende nuestros problemas…y la correspondencia de las poblaciones vecinas… bueno. El domingo es día de plaza (tianguis), primero, las compras para la familia, lo necesario para la semana y ya por la tarde…a recoger la valija, al fin don Isidoro comprende nuestras necesidades.
Ahora entiendo el por qué sin ser agricultores, llegaban en abundancia a nuestra mesa, casi de manera mágica: elotes, calabazas, jitomates, cacahuates, etc. Recientemente cosechados del pródigo suelo axochiapeño – pagar es corresponder- y las lluvias del verano nos traían el delicioso jocoque (crema agria), el queso fresco o un buen trozo del añejo recientemente sacado del cincho; así como en el mes de enero  nos sorprendían con un buen trozo de carne de venado traído de la sierra de Puebla – pagar es corresponder –
Otro profundo suspiro arrancado al recuerdo del deber cumplido, jóvenes deportistas, en grupo, llegaban a consulta hasta la oficina de correos, lo mismo que preocupados campesinos y pequeños o grandes ganaderos; unos a consultar los catálogos recientemente llegados de la Piedad Michoacán, para solicitar los zapatos de fútbol de moda, además de los balones para los entrenamientos o para los partidos de compromiso.
Otros en cambio, recurrían a los catálogos que puntualmente llegaban de los famosos laboratorios Bayer mediante los cuales se ofrecían plaguicidas, medicamento y todo lo necesario para el campo o el ganado, todo por correo CoD, ¡Cuán útil ha sido al campo el Servicio Postal Mexicano!
Mi padre guardó silencio como buscando acomodar los recuerdos que a borbotones le brotaban del fondo del subconsciente; una apacible sonrisa apareció iluminando su avejentado rostro. Parecía que fue ayer, pero no, hacía muchos años  que tuvo estas experiencias. En una comunidad donde abundaba el analfabetismo, era indispensable la existencia de un respetable evangelista en quien confiar  los ardientes llamados del corazón; así, llegaba el aguerrido doncel que moría de pasión para solicitar la factura  de la misiva para la dama que le había hecho perder la calma y el sueño. Pero lo gracioso de la cuestión era que el escribano, por las características de su trabajo debía de enviar el mensaje de amor, para luego tener que leérsela a la Dulcinea y terminar, para quedar bien con ella, por elaborar la respuesta correspondiente a su entusiasta Romeo – curiosa labor de un administrador de correos convertido en cupido, mensajero, evangelista y consejero.
Cómo han pasado los años; el pueblo… ¡cómo ha crecido¡, se está quedando en desuso la comunicación epistolar, ahora es más fácil acercarse los enamorados, el teléfono ahorra tiempo y esfuerzo, es más, resulta más práctico el uso del e-mail…¡qué viva la tecnología¡

viernes, 21 de febrero de 2014

SE ESTÁ ACABANDO MI PUEBLO

Germán Alcántara A.

Se está acabando mi pueblo
lo están volviendo ciudad
en tus huertos ya no hay mangos
ay que lástima me da.

Se está acabando la fauna
se acabaron los potreros
cada día se ven más fincas
y más grandes basureros.

Se está secando el apantle
de conducción principal
ya no tiene el mismo espejo
el agua del manantial.

Ay, ay, ay, quiero llorar
se está acabando mi pueblo
lo están volviendo ciudad.

Los viejos ya se murieron
los hijos todo han cambiado
están vendiendo las tierras
que sus padres les dejaron.

Aquellos campos bonitos
ahora son fraccionamientos
o casas fin semaneras
de ricos sin sentimiento.

Esto no tiene remedio
eso ya muy bien lo sé
pero esto le está  pasando
al  pueblo de Yautepec.                                   

Ay, ay,  ay,  quiero  llorar
se está acabando mi pueblo
lo están volviendo ciudad.

ABUELITA CUÉNTAME UN CUENTO

María Cristina Toledano Vergara

Cierto día Hugo Iván, Luís Eduardo y Andrés Ricardo, llegaron a donde yo estaba. Me encontraba en un rincón de mi jardín, contemplando extasiada el infinito azul del cielo, los árboles verdes y frondosos, los limoneros, las petunias, orquídeas y tulipanes, toda una gama de colores dignos de ser plasmados en el lienzo por un pintor, estaba observando la belleza de la naturaleza, dando gracias a Dios, por esa obra maravillosa de su creación; cuando los niños interrumpieron con sus gritos y sonrisas, esos momentos sublimes de meditación.
-        Abuelita, abuelita, te andamos buscando.
-       Aquí estoy hijitos para que me quieren?
-       Abuelita, queremos escuchar algunos relatos, cuéntanos un cuento o una historia, de las tantas que tú conoces.
-       Está bien, está bien, pero quiero que estén muy atentos.
-     Si abuelita, queremos sentarnos muy cerca de ti para escucharte  mejor.
Voy a narrarles la historia de mi infancia allá en mi pueblo, así como mi abuelita lo hacía conmigo cuando era niña, ella con todo su amor me acariciaba, me abrazaba y me sentaba sobre sus piernas para que yo escuchara los relatos tan amenos que me contaba; me hablaba del movimiento revolucionario de 1910, ella conoció al general Emiliano Zapata, nos decía que mi abuelo le obsequió ganado que era utilizado para el alimento de la tropa, ella tenía unos documentos que el general le había dado en donde indicaba el número de cabezas de ganado que había recibido y otros datos más. También nos relataba algunas leyendas sobre “el Xoco”, “La Llorona”, “Agustín Lorenzo” y los “Nahuales”, pláticas que a mis hermanos y a mí, nos llenaban de emoción y de suspenso. Esto me hace recordar con más amor y respeto a la abuelita.
Por tal motivo yo quiero hacer lo mismo con ustedes, quiero narrarles algo que considero importante de estos últimos años del viejo milenio, cosas que sino se las comento no podrán imaginarlas, porque ustedes viven y vivirán una etapa en la historia de la vida muy distinta a la mía, vivirán un nuevo milenio en el que la tecnología está avanzando a pasos agigantados, habrá grandes descubrimientos tecnológicos y científicos que vendrán a revolucionar la vida en general.
Yo viví una infancia llena de pobreza, de privaciones, sin embargo recuerdo haber sido muy feliz allá en mi tierra natal Tepalcingo, Morelos, pueblo aldeano, campesino, donde la pobreza imperaba, pueblo escondido entre los montes que lo rodean, de gente humilde, de gran corazón, pueblo lleno de esperanza e ilusiones al que siempre llevo dentro de mi ser.
Allá por los años finales de los cuarenta y los cincuenta asistí a la escuela primaria, ésta funcionaba en el curato de la iglesia; recuerdo con agradecimiento a mis maestros, verdaderos apóstoles de la educación, a los profesores: Sofía Toledano Vega, Amalia Pliego, Celestino Arizpe, Francisco Oliván y Gonzalo González, a quienes le debo y agradezco sus enseñanzas impartidas con energía, disciplina y mucho amor.
Por esa época Tepalcingo, era un pueblo pequeño, la mayoría de sus casas eran de zacate y sus límites estaban marcados algunos con alambres de púas, otros con tecorrales (montículos, de piedra sobrepuesta), mi casa era pequeña, estaba construida de adobe y su techo de teja, vivíamos muy cerca de la casa de mi abuelita materna la señora Cipriana Alamilla Ariza, a la que queríamos mucho.
Tepalcingo como la mayoría de los pueblos, carecía de todos lo servicios públicos; de luz eléctrica, por tal motivo nos teníamos que alumbrar con velas, veladoras o quinqués de petróleo, las dos o tres familias adineradas del pueblo se alumbraban con lámparas de gasolina.
Podemos decir que vivíamos en tinieblas, sino se prendían las velas, los quinqués o los candiles, era una oscuridad total, de manera que cuando salíamos a la calle de noche, no se vía absolutamente nada, solo nos alumbraba la luz de la luna cuando había. Así es hijitos, quiero que se vayan imaginando lo que les estoy narrando. En las calles andaban sueltos los perros, los burros, y los marranos, de manera que en la oscuridad de la noche muchas veces me caí sobre los marranos, o me topé contra los burros porque no se veían.
No contábamos con servicio de correo, telégrafo, mucho menos teléfono.
Se carecía de estufa de gas, pues éstas, no se conocían, solamente las usaban en la ciudad, por lo tanto se cocinaba con leña o carbón y lo hacíamos en los braceros o en los clecuiles que se construían con barro.
¿Lavadoras? Ni me las imaginaba, mis tías se iban a la barranca donde acondicionaban piedras y ahí lavaban la ropa, así como se ve en las viejas películas rancheras. Yo era pequeña, 8 o 10 años me gustaba bañarme y andar jugando en el agua, generalmente íbamos a las barrancas de “Los Tepetates” o a “La Barranca Honda”, tiempo después adaptaron lavaderos en las casas.
La mayoría de las mujeres de la población acudían a los barrancas a lavar su ropa. En esa época fluía mucha agua limpia y cristalina.
¿Planchas? Solamente se usaban de fierro, como se carecía de luz eléctrica, se usaban de ese material, había varios modelos y se calentaban sobre brazas de carbón o leña y de esta manera se planchaba la ropa.
Agua potable no había, se acudía a los nacimientos de agua del pueblo para abastecerse, era agua dulce y fresca, mi abuelo iba al pocito de “los Guayabos”, era el que nos quedaba más cerca de nuestro domicilio. En un caballo cargaba dos cántaros llenos de agua, muy sabrosa. Había varios pozos distribuidos en diferentes partes del pueblo,  actualmente éstos se han secado o se han contaminado con aguas negras. Afortunadamente el pueblo cuenta ahora con agua potable. En algunas casas hay pozos pero su agua no sirve para tomar, porque está un poco salada.
Las calles del pueblo no estaban pavimentadas, por lo que andábamos en la tierra suelta y cuando llovía, en el lodo. A mi en ese tiempo me gustaba andar descalza, a veces porque no tenía zapatos y otras porque para mí era un placer andar así.
Como todo niño era muy traviesa, en el atrio de la iglesia de Jesús Nazareno, había un frondoso tamarindo al que criminalmente cortaron; muchos niños nos trepábamos para cortar los tamarindos que este árbol producía, el sacristán que cuidaba la iglesia, el señor Martín, se enojaba mucho cuando nos veía subidos en ese hermoso árbol de gran follaje, a base de lanzarnos piedras nos bajaba y nos correteaba hasta que salíamos del atrio. Nosotros no nos dejábamos y le gritábamos groserías. También nos íbamos a las barrancas a bañar, asistíamos a la barranca de “Los Guayabos” y la de “Tlachica”, corrían aguas cristalinas, en ellas llegamos observar pequeños animalillos a los que les llamábamos perros de agua (nutrias). Actualmente esas barrancas están secas o corre muy poco agua y contaminada.
Los aparatos de radio y televisión empezaron a usarse a partir de 1961 que fue cuando se introdujo la luz. También por esa fecha Tepalcingo contó con servicio de correo y telégrafo.
Recuerdo algunos programas que veíamos muy interesantes, entre ellos las caricaturas, que siempre han sido atractivas para niños y adultos, eran interesantes, amenas diferentes a las de ahora horribles y agresivas, que no proporcionan nada educativo a la niñez.
En cuanto a medicina en el pueblo no había médicos, sólo curanderas y matronas (parteras), éstas últimas atendían a las mujeres, ayudándoles a parir a sus hijos. Las personas que podían pagar a un médico, acudían a la ciudad de Cuautla. Recuerdo que cuando tenía 9 años, mi hermana y yo nos enfermamos de tifoidea, mi madre acudió con la tía Chepita, “la médica” del pueblo y nos recetó unas purgas horribles preparadas con aceite de ricino mezclado con refresco rojo, era una bomba atómica que nos produjo diarrea y vómito, pero increíble nos aliviamos y creo que a todo mundo le recetaba lo mismo. Desde entonces no tomo ningún refresco rojo, pues aunque han pasado cincuenta años, no he olvidado esas maravillosas purgas.
Lo interesante de Tepalcingo, en los años cuarenta y cincuenta, era su flora y fauna; en las barrancas se veían muchas tortugas pequeñas y medianas asoleándose sobre las rocas, en algunas ocasiones llegaron a salirse encontrándolas en la calle. Igualmente en los tecorrales y techos de las casas, se observaban gran cantidad de iguanas que todos los días salían a asolearse para gozar del esplendoroso sol. En tiempos de lluvias los campos y calles del pueblo, se embellecían con la hermosura policromada de mariposas, que alegremente volaban jugueteando. Las calles también eran iluminadas por las luces fluorescentes de las pequeñas luciérnagas, que por cientos se veían revolotear.
En los campos era común ver a los conejos y liebres saltar alegremente entre los matorrales, los armadillos eran otros de los animalitos que  encontrábamos en las veredas.
Los campesinos y los rancheros que se adentraban en sus campos de labranzas, cerca de las serranías solían ver con frecuencia, coyotes, zorras, cacomixtles, téjones, mapaches, comadrejas, zorrillos, león de montaña, tigrillos, gato montés, venado y jabalí, así como variedad de víboras y culebras. También aves como, güilotas que eran cazada por algunas personas que comerciaban con ellas, pues guisadas en chile ajo, es un platillo exquisito. Se veían  parvadas de pájaros arroceros de un color azul bellísimos, también cardenales, pájaros de plumaje rojo, que llamaban la atención por su belleza, chachalacas, zopilotes que se veían en grupos devorando algún animal muerto y muchas aves más que se han extinguido desapareciendo totalmente. Con respecto a la flora muchas plantas han desaparecido, éstas se veían en las orillas del pueblo; recuerdo unas bellas “biznagas”, “barbas de chivo”, “agritas”, “cacachis” y muchas plantas más, grandes y pequeñas que no se han vuelto a ver debido al crecimiento de la población y a la deforestación, esto no solo ha sucedido en Tepalcingo sino en todo México y a nivel mundial, pensar y ver todo esto, hace que la tristeza me invada, porque todos sabemos que la naturaleza es fundamental para la vida.  “El hombre ha sido el causante despiadado de la desaparición de especies animales y plantas sin considerar que plantas y animales se constituyen en los recursos naturales que nos permiten vivir en armonía.
Hijos, en la conciencia del hombre queda pues, el decidir si a todas estas especies las empezamos a proteger, cuidar, reproducir u optamos por eliminarlos por siempre. Porque de todas formas quienes somos adultos ya gozamos de su existencia pero ¿Cuál será la herencia que dejaremos a ustedes nuestros hijos?, ¿Tendrán ustedes la oportunidad de conocer estos recursos naturales?” 
Así es, Huguito, Luisito y Andresito con esto que les he narrado podrán analizar dos épocas distintas la mía y la de ustedes.